Saludos a todos, en esta ocasión les presento mi viaje a este hermoso lugar.
La ciudad de Chañaral será mi punto de partida en este viaje, Chañaral es una pequeña ciudad ubicada a 165 Km. al noroeste de Copiapo, fue fundada por Diego de Almeyda en el siglo XIX a partir de las explotaciones del yacimiento Las Animas. Actualmente se sustenta economicamente por la actividad de la Mina El Salvador y el desarrollo de actividades relacionadas con esta.
Fue el Miercoles 7, el día en que me embarque rumbo a Chañaral desde el terminal Alameda en Santiago, al cual llegue directo desde mi trabajo con el tiempo preciso para cambiarme el jeans por pantalones cortos, ciertamente mas cómodos para el viaje de 13 hrs. que separan Santiago de Chañaral.
El bus empezaba a moverse, al tiempo que repasaba toda la información que había recopilado sobre el parque nacional. Sabia que no se podía acampar en cualquier parte, para esos efectos estaban habilitados cuatro sectores de camping, así que daba por desechada la posibilidad de tirarme con mi saco en alguna quebrada o una cueva, si lograba encontrar alguna. Sabia también que algunos de esos camping proporcionaban servicios básicos, constantemente abastecidos de agua potable desde Chañaral, así que al menos dispondría de agua potable, aunque sea de estanque.
Si me apegaba estrictamente a mis planes de que desde Chañaral, todo desplazamiento que hiciese lo haría solamente a pie, me esperaban al menos unos 70 Km. para los cuales contaba con el agua que pudiera cargar en mi camelback y mi cantimplora. que en conjunto no hacían mas de 2.5 lts. Si, mi suministro de agua bebible seria un tema.
El bus aceleraba intermitentemente entre la congestionada ruta 5 norte, solo pensaba que, lejos de ir a solo un parque nacional, iba al árido valle de la soledad, donde los únicos ecos que podría escuchar serian los de mis pensamientos, mas allá del susurro del viento, solo escuchara la voz casi imperceptible de los mas profundos deseos.
Después de una noche, no exenta de muy agradables sorpresas, el sol empezaba lentamente a escurrirse entre los cerros, lo cual era una señal inequívoca que mi viaje en bus estaba a punto de llegar a su fin, a eso de las 8:15 desembarcaba en el terminal de buses de Chañaral, en busca dos cosas… un buen desayuno y aprovisionarse de charqui, chocolates y chicles.
En el transcurso de las primeras 5 hrs. de caminata, el cuerpo me agradeció la hamburguesa queso con café, en estas primeras hrs. que pasaba caminando, conseguía refrescarme remojando mi pañoleta en un canal que corría a un lado de un camino de tierra, canal de la cual tuve la suerte de resistirme de obtener agua para beber. no pasaria mucho tiempo antes de que me enterara de que esa canal venia de faenas mineras y no era para nada bebestible.
No pasaron muchos minutos después de eso hasta que decidí subir a lo alto de un roca para ver cuan lejos me encontraba de la Isla Pan de Azúcar, la cual era la única referencia distinguible a la distancia del parque nacional. La vista me abrumó, la isla parecía despegarse del mar casi fantasmagoricamente, una ilusión o espejismo se hubiera distinguido mejor.
La distancia que aún me separaba del parque, no hizo nada mas que saborear mas esta aventura, decidí dejar que los pies hiciesen su trabajo y yo me dedique a disfrutar de las postales mas maravillosas en cientos de kilómetros a la redonda.
Sobre mi, el letárgico movimiento de las nubes y la gentil sombra que proyectaban sobre el terreno, menguaba en parte el fuerte sol que golpeaba ya desde muy temprano.
A cada kilómetro, la región de Atacama desvela paisajes que solo podrían haber surgido de la mas frugal de las imaginaciones,solo vistos en sueños, rocas erosionadas tras siglos y milenios de los azotes del viento y el implacable sol del desierto. Las palabras no lograban llegar a mis labios.
Ocasionalmente me detenía por algunos minutos para contener el aliento y perder la vista con cada ola, el viento arrastraba consigo cada suspiro, llevándoselos hasta lo mas alto de los cerros.
Después de dejar detrás la Playa Blanca y Piqueros, finalmente cruzaba el pórtico del parque nacional y 3 km. mas adelante, en la Playa Soldado, me encontraría cara a cara con la Isla Pan de Azúcar, de la cual, solo me separaban solo 2 km. de mar, pero ahí estaba, saludandome detrás de las tranquilas olas que llegaban a mis pies. Me dispuse a bañarme y descansar en la arena.
A partir de esta playa, se encuentran los quinchos para hacer camping, el sector casi por completo se le concedió en consescion a un operador turístico que instalo allí un lodge, con cabañas y baños muy bien mantenidos, claro que no sabía esto cuando use los baños y aproveche de reabastecerme de agua, ya casi no me quedaba nada.
Una vez abastecido de agua y siendo ya casi las 6 de la tarde y me encamine hacia el Centro de Información Ambiental de la CONAF, donde conocí a la Guardaparques Estefania, que a esa hora ya estaba cerrando el boliche, pero tuvo la amabilidad de atenderme de todas maneras, me entrego folletos y mapas muy buenos de los lugares para conocer, ademas me hablo un poco de los lugares mas económicos para pasar la noche, recomendandome la caleta Pan de Azúcar,que contaba con servicios sanitarios y cocinerias, y que ademas, no estaba a mas de 1 km. rodeando unos roquerios.
Con mapas en mano, camine hasta el pie de los roquerios, donde a la distancia pude divisar claramente al menos dos cuevas a unos 30 mts. de altura.
El cielo se nublaba sobre mi, ya eran pasadas las 20 hrs. cuando finalmente llegue a la Caleta Pan de Azúcar, después de atravesar los roquerios. Esperaba encontrar alguna cocineria aun abierta, el hambre estaba lentamente haciendo estragos, ya sus efectos se empezaban a notar, pero desafortunadamente ya era demasiado tarde y no encontré nada disponible, para esos momentos estaba tan sucio, hambriento y cansado que solo podía arrastrar los pies, cual zombie dejando atrás su propia tumba.
Intente encontrar al encargado de los quinchos, pero solo pude hablar con su hijo, el que me dijo que fuera a acomodarme en algún quincho y que mañana pasara a pagar. así fue que partí a buscar mi lugar de descanso. Camine hasta el quincho mas alejado y pesadamente me desparrame en la banca de madera. El sol se escurre al horizonte, escondiéndose tras las nubes, ahora solo pienso en estirar mi saco de dormir y acostarme, ya con las piernas entumecidas y con un olor bastante desagradable en el cuerpo, intente conciliar lo mejor posible el sueño, esperando que las gaviotas me impidieran oír a mi estomago quejarse de hambre.
A la mañana siguiente, levante mi campamento rapidamente y camine hacia el sector de las cocinerias y la suerte no me acompaño, no encontré nada abierto y no quise pensar siquiera en quedarme a esperar a que abrieran. Comenze a caminar por el camino C-112, el cual, según el mapa, me conduciría al sector del Mirador, un lugar de visita obligado a todos los que vienen al parque, ya que se obtiene una vista panorámica de la Isla Pan de Azúcar y de todas sus playas.
Eran aproximadamente las 14 hrs. cuando, después de casi 8 km. de caminar, llegue por fin al Mirador. La fatiga y la mínima cantidad de proteínas que había consumido en las pasadas 24 hrs. estaban logrando menguar lentamente mis capacidades, pero la vista resultante después de todos esos kilómetros de avanzar a pie entre los cerros, fueron rotundamente recompensados.
Desde este punto, podía divisar cada playa, cada bahía, cada roca y cerro a la que me había encaramado para llegar hasta aquí, fue sin duda alguna, un flashback alargando la exhalación de cansancio, me detuve en el tiempo, por unos segundos me vi como un fantasma vagando por Playa Blanca, dejando tras mi paso las huellas de mi cuerpo colapsando por el peso sobre mis propios pies. Me sentí fugazmente revitalizado.
Momentos después, mientras me alejaba del Mirador, en silencio le rogaba a Dios, que jamas nunca me arrebate momentos tan hermosos, que estos recuerdos me acompañen hasta el final de mis días.
Moviendome nuevamente, luego de un breve descanso, regresaba sobre mis huellas,pero a la vez recordaba todos los kilómetros que me volvían a separar de la caleta y no podía evitar sentirme un poco abatido y era mas bien los alaridos del estomago los que me alentaban a seguir caminando. Si tenia suerte esta vez, encontraría algo de comer en la caleta.
En el camino de regreso, me encontré con mas cuevas, pensé que sería una experiencia inolvidable pasar una noche, donde siglos atrás había sido la morada de los primeros cazadores y recolectores, pero no podía olvidarme de las recomendaciones de la guardaparques. Así que desisti de aquella loca idea.
Estaban por dar las 18 hrs. cuando pude llegar nuevamente a la caleta y gracias a Dios, una cocineria estaba atendiendo a publico. Caminando lo mejor que pude, llegue a sentarme a la mesa y pedí cualquier plato que le quedara. Congrio frito con ensalada y arroz fue lo que recibí. Estaba tan delicioso que con mucho esfuerzo me tomaba el tiempo necesario para masticar bien y no engullirlo todo en un solo movimiento. Aprovechando la ocasión, pedí empanadas de queso y un café.
Con las energías totalmente repuestas, solo quedaba reposar, aun que con lo tarde que ya era, podría ir a tender mi saco de dormir y ya solo esperar la noche para dormir.
La noche dio paso al comienzo de mi tercer y ultimo día en el Pan de Azúcar, y como ahora ya tenia la experiencia de cuanto tiempo tomaba en atravesar caminando los 30 km. hasta Chañaral, tome la precaución de iniciar temprano mi camino. Espere pacientemente a que abrieran la cocinería para desayunar, esta vez no comenzaría a caminar con el estomago vacío.
En mi camino de regreso, pase a despedirme de Estefani, la guardaparques. Junto con despedirse, me recomendó que visitara la Quebrada El Castillo, cuyo acceso encontraría en el mismo camino de regreso, así q no tendría que desviar tanto mi ruta.
Al los 5 km. de caminar, me encontré con el letrero que señalizaba el ingreso a la quebrada, la cual me hacia adentrarme a los cerros, con 10 km. de ida y vuelta. No obstante de la distancia que me alejé de mi camino, la quebrada era un lugar realmente precioso, impensablemente verde para no tener ningún flujo de agua.
Incluso en esta quebrada, bastante lejos del mar, se pueden ver pequeñas cuevas que indudablemente fueron refugios para antiguos habitantes de la zona.
De regreso al camino principal, no puedo evitar seguir enmudeciendo ante este regalo para el alma. Mucha gente no entiende este tipo de belleza, la belleza de las arenas silentes, las rocas estériles, los cerros tristemente agrestes.
No deja de entristecerme que, a cada paso que doy, a cada kilómetro que voy dejando atrás, me voy despidiendo de este árido paraíso chileno. Me detuve a recuperar el aliento en lo alto de una roca. Recuerdo haber hablado sin mover los labios, aquellas palabras que trascienden al pensamiento, palabras al viento, recuerdos, apreciados tesoros que solo yo guardaré en la cuna del silencio.
Sin darme cuenta, voy callendo presa del agotamiento. Solo unos pocos kilómetros mas me separan de Chañaral, mis pasos se van volviendo torpes sobre el terreno, esquivar las piedras del camino me desequilibra frecuentemente, aún quedan algunos sorbos de agua en mi cantimplora y espero que me alcancen.
En este extraño mundo sin voz, las erosionadas rocas se siguen sucediendo, surgiendo una tras otra y agradezco la sombra que me brindan, agradezco todo, agradezco el tiempo, el sol, el viento y el silencio de la mente.
Vuelvo a ver a lo lejos los tenues colores de Chañaral, todavía me separa de ella, las blancas dunas de la playa, avanzaba lentamente, desenterrando mis zapatillas de la arena, cambiando de lado el peso del cuerpo para no caer.
Estando ya tan cerca del final de este viaje, doy gracias al camino, al largo camino que no solo lo hicieron los pies, el corazón y el alma dieron sus propios pasos descalzos por el estéril camino de la soledad, el silencio y olvido, donde estuvieron sedientos, pero bebieron, bebieron y fueron saciados de vida y paz.
Llegue a Chañaral cerca de las 20 hrs. todavía tengo que esperar hasta las 22:30 por mi bus, solo me faltaba una ducha para no ir fermentando en el viaje de regreso a casa.
Y así me despedí de Chañaral y el Pan de Azúcar, y una de las experiencias mas memorables y espiritualmente enriquecedoras que he vivido. No llegue a conocer el sector de las Lomitas, el tiempo no me alcanzo, pero lo dejaré pendiente para la próxima oportunidad que tenga para visitar el parque nacional.
Saludos!
bl4ckadventure 
